SITIO de MARIA ELENA SOFIA

POESÍA

Los días

I

Tan cierto como el beso que te roza la boca,

el reencuentro que humedece las miradas.

Una palabra solitaria busca su lugar en la mesa

y termina en sonrisa leve refugiándose en los dibujos del mantel,

entre hojas y uvas descoloridas. Tan cierto.

Como la mariposa dando en la luz del farol que se apaga

diciéndoles eso es todo, sin dolor ni alegría.

Allí también están esas cajas discretamente calladas,

con sus tenedores torcidos de pánico

y los cuchillos desafilados en el hastío.

Y esos dos sillones que nadie quiso, esperando.

Son todos caminos de regreso,

senderos proverbiales a ese lugar y ese momento,

el impávido reloj

bajo el vendaval de palabras no pronunciadas,

el vacío que soporta la casa desde el fondo hasta la puerta.

Todo es un reproche de la ausencia, y la ausencia es

de todo reproche, mientras las manos revisan algo en los bolsillos.

Tan cierto como los ojos que se buscan cada tarde

desde el umbral abandonado, cuando en la calle pasa la vida

y las cosas ajenas tienen más brillo.

Perdidos en una esquina del eterno, han vuelto por una sola razón.

Tan cierto como una promesa incumplida,

esas sombras fugaces del silencio.

 

II

No te duermas,

yo estaré afuera, pensando en ti cuando dormías

con la luz encendida para los fantasmas,

y caminabas las noches de insomnios y tormentas

con una vela apagada en una mano

y en la otra cerillas

por si acaso.

Estaré hilando comprensión y desazones hasta el alba,

atenta a los sonidos de la selva nocturna donde todo animal

piensa y acecha,

bordando letras y botones de oro sin aromas

en el bastidor redondo de una vida rectángula.

Estaré lista con la sal para echar al patio y esconder

los cuchillos amenazantes. Lista para quemar hojas de olivo

y taparme los oídos luego del relámpago.

Atenta a que el barco bravío de ese cuadro se desamarre

cruce la ciudad y alcance tu alma,

nada más raro que un barco en un semáforo pero él seguirá adelante

por las calles ajadas bajo la niebla

entre las exclamaciones grotescas de los zombies

que se creen despiertos.

No te duermas.

Yo intentaré

hacer esas llamadas forzosas, limpiar la gran olla para el domingo,

regar los malvones, plegar las viejas cartas y hacer que se apilen

apretándose en el pasado, en esas latas de té que ya no cierran.

Cuidaré la mesa de madera hasta que no se sostenga.

Me ocuparé de saciar los vacíos con cenizas

si fuese necesario.

No duermas todavía,

escucharé la voz de mis muñecas

y daré de beber a los camellos el agua que preparé

para el viaje.

Alguien responderá mis preguntas de niña

afuera de tu sueño.





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